lunes, 14 de julio de 2014

Hay cosas que es mejor dejarlas como están, porque si las movemos o tocamos, dolerán el doble.

Yo sé que es una chorrada, pero tengo la sensación de que mi móvil suena diferente cuando eres tú quien me manda un Whatsapp. Y pienso que hay mil idiotas a mi alrededor que no se dan cuenta de que se me ilumina la cara y brota una sonrisa, incontenible. Y yo no lo entiendo. Con lo que me gusta a mí observar la felicidad ajena.
¿Y a ti? ¿Te pasará lo mismo? ¿Qué te pasa por la mente cuando mi nombre aparece en tu pantalla? ¿Cuál sería la reacción si apareciese, por la mañana, pidiendo que te asomases a la ventana, que mira que día tan bonito que hace, y me vieras ahí abajo?
Quizás ya estoy mayor para esas locuras. Quiero pensar que no. Quiero engañarme. Quiero pensar que aún soy capaz de crear en esta cama París y Praga con tal de que te quedes una noche más. Capaz de saltar por la ventana para llegar a tu habitación en medio de la noche. Capaz de... no sé, ¿qué quieres? pues eso mismo. Porque tú eres capaz de aguantarme, y, amor, sé que eso no es nada fácil.

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