Benjamín Griss
viernes, 13 de junio de 2014
Sabiendo que iba a doler... ¿hubieras amado?
Y no sé, quizás necesitamos a alguien que nos haga saber que no salimos tan mal en las fotografías y que el invierno no es tan triste como parece, pero al final es con el invierno con quien más nos identificamos, porque es agua acumulada en nubes, como nosotros acumulamos lágrimas por dentro y caen cuando ya no soportamos el peso. Y quizás nos hemos ido acostumbrado a pensar que todo irá de mal en peor y que la última llave no nos llevará a ningún lado. Y que muchas veces tenemos esa necesidad de querer que alguien entre a nuestra vida accidentalmente y cure nuestras heridas que por mucho tiempo han estado abiertas, que amortigüe la caída cuando decidimos saltar de nuestros miedos y que sane nuestras inseguridades con cada mimo. Es que lo inesperado es lo mejor que nos puede suceder, porque puede suceder lo mejor. Y lo mejor no es una cosa, sino una persona que nos dibuje una sonrisa en ese cielo gris, que por años enteros ha estado lloviendo sin parar y ha inundado nuestros pensamientos. Tenemos la esperanza de que en cualquier momento aparecerá: con una sonrisa tan blanca como la leche y tan brillante como la luz del sol en verano. Y cuando menos lo esperemos, cuando todas las posibilidades se agoten para encontrar a la persona que tanto deseamos que llegue, cuando ya no creamos en la magia del amor ni en la magia de la poesía, entra a nuestra vida de la forma menos imaginada para hacer que volvamos a creer en alguien.
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Veeeeenga, seguro que te encanta la entrada de hoy :D