Aquel que sufre no espera solo nuestros consejos o nuestros buenos deseos. Sencillamente necesita un hombro sobre el cual llorar, una mirada que preste atención y dos oídos dispuestos a escuchar. Alguien, en definitiva, que traspase la estructura de las frases hechas y con su propia vida exprese: aquí estoy, te acompaño, puedes contar conmigo.
"Y recuerda, que si necesitas un hombro para llorar, yo tengo dos"
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Veeeeenga, seguro que te encanta la entrada de hoy :D