martes, 29 de enero de 2013

triste realidad.

Y así, en vez de aprender el verdadero secreto de la naturaleza, de alcanzar el clímax entre los brazos de la diosa, de abandonarnos al agridulce placer del orgasmo femenino, de someternos al inevitable dominio de la corporeidad, nos alzamos contra ella y la violamos, le arrancamos los dientes, la llamamos hembra, por que su cuerpo viene del hombre, la reducimos a mero escote y pintalabios,la elevamos sobre finos tacones de porcelana; la acosamos, sobamos, agobiamos: en la casa, en la calle, en el trabajo, en la televisión, en las revistas, en los deseos... Dominamos su cuerpo, negamos su historia, subordinamos su voluntad, decidimos su destino:del polvo al polvo. Seguimos queriendo opinar, tratándolas como si fueran menores de edad, como si ellas no supiesen lo que quieren hacer con sus propias vidas... Insistimos, opinamos, presionamos, acosamos... ¿Por qué no las dejamos tranquilas de una vez? Es muy simple: que decidan por sí mismas.
A ellas les iría mejor, al mundo, también... ¿ y nosotros? Calladitos estamos más guapos.
Javier Ortega Cañavate.

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